domingo, 23 de setembro de 2012

DIONISIO MONEDERO 2


DE AQUEL REINO DE CASTILLA

La Abadesa de las Huelgas, de Burgos, y su
valimiento castrense
PRENOTANDOS
Allá al finar casi el siglo XII, el rey de Castilla Alfonso VIII, casado
con doña Leonor de Inglaterra, junto a su alcázar residencial burgalés,
lugar de holgar o reposar, hace la fundación monasterial y real de las
Huelgas, con una Abadesa que no reconocía sobre ella, otra autoridad,
que la del Papa y del Rey. Con jurisdicción civil y criminal, con altas
prerrogativas únicas y especiales, para la señora Abadesa de las Hu2Igas
Reales de Burgos.
Casi a la vez dichos reyes de Castilla, fundan el Hospital llamado
del Rey, para peregrinos nacionales y extranjeros que, por Burgos, van
de paso al sepulcro de Santiago, patrón de España, en la Catedral Basílica
Metropolitana de Compostela. La Abadesa de las Huelgas lo fué
también del Hospital del Rey, con sus Freyres y Freyras, más tarde
Comendadoras, amén de otras fundaciones pías filiales de aquella.
En las Huelgos de Burgos, panteón real de Castilla, el famosamente
día litúrgico y patriótico del Curnillos, en la solemne procesion con
Su Divina Majestad, cubriendo las tropas la carrera, el Excmo. Sr. Capitán
General, en nombre de S. E. el Jefe del Estado, lleva el trofeopendón
de la batalla de las Navas de Toloaa.
Y es recuerdo imperecedero de este gran solio de la Patria, que en
día mcmorable nuestro Caudillo juró la Jefatura del Estado Español.
EL EJERCITO, LAS HUELGAS
Y HOSPITAL DEL REY
Durante largos años la fonsadera no existía, se desconocían los
fonsados; del servicio militar estuvieron exentos los habitantes de am252
bos compases, unas veces a instancia de la propia Abadesa y otras por
expontánea iniciativa regia, Al efectr; por mandato de la Abadesa y
con su personal revisión, !levaban los Alcaldes Mayores unas listas nominales
que se abrían en primero de ario y se cenaban al comienzo de la
Cuaresma; en ellas se inscribían /os que en el decurso anual tenían derecho
a eximirse de la fonsadera. Generalmente dentro de Compases
del Hospital había más varones que en Huelgas, por lo que en frecuentes
ocasiones los Freyres limosneros ayudaron a los Alcaldes mayores
en este menester.
En algunas ocasiones, se llegó al atrevimiento de levantar hombres
de armas los Cabildos de Freyres, en algunas de las fuertes controversias
de competencia y jurisdicción con las Abadesas; incluso recabando
fracciones de tropa de la u.uarnición burgalesa. Más estas extralimitaciones
solían costar caras, haciendo resaltar las Abadesas, por queja
producida a la Sección correspondiente del Consejo de la Cámara de
Castilla que, no podía haber movimiento alguno de tropas, ni entrasen
soldados con armas, bajo ningún evento, dentro de ambos Compases,
sin orden, autorización o requerimiento escrito de la dignidad Abacial.
A medida que avanzaba el tiempo, se iba reduciendo el beneficio
fonsado, principalmente para evitar abusos; pues no eran pocos los
bu-galeses que, para acogerse a él, intrigaban para ser vasallos de la
Abadesa y residir dentro de compases, principalmente del Hospital.
Y llegó a exigirse tiempo de vecindad, para no ser incluso en la
fonsaclera.
En ol siglo XV, y por una conccsión abacial, hubo ocasión de rendir
un patriótico servicio, a ia Corona y al Concejo, e! cual fué margen
para la organización en Burgos, de las primeras fuerzas de la Santa
Hermandad; en aquél y en ésta, se engancharon súbditos de la Abadesa.
En junio de 1475, se puso sitio al Castillo de Burgos, defendido
por Ztliiiga, partidario de la Beltraneja, que duró, por capitulación,
hasta comienzos de! ario siguiente. Las tropas realistas eran mandadas
por el capitán Sancho de Rojas, senor de Cavia, quien puso a contribución
sus raras aptitudes castrenses, a tn!sión tan patriótica como difícil,
conferida por el Regimiento de Burgos, y confirmada, con toda clase
de poderes, por Isabel la Católica.
La Abadesa, fidelísima a la Corona, ofreció al Regimiento dicho y
al Caudillo, todos sus vasallos disponibles, ya que en ello iba el honor
de Castilla y los prestigios del Concejo burgalés. Y principalmente del
Hospital, por ser entonces mayor su población que la de Huelgas, tomaron
las armas numerosos súbditos abaciales, y no pocos de ellos,
después de la gloriosa toma del Castillo, se alistaron en los contingentes
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de aquella organización de policía y milicia, que dió sus primeros pasos
en Burgos, la Santa Hermandad.
En el siglo XVII, en tiempos de doña Ana de Austria, hubo guarnición
en el Hospital del Rey, formada por und milicia de recluta voluntaria,
que llegó a contar con 150 hombres, de los que 50 eran de los
Compases de Huelgas, los restantes vasallos del Hospital; su mando lo
ejercía un Capitán, escogido entre los Freyres y nombrado por la hija
de don Juan de Austria, Abadesa cumbre, angel de la paz de Huelgas,
en su mandato de dieciocho arios.
En 1762 el Rey previene al Intendente de Burgos, que respete la
jurisdicción abacial, con motivo de una nueva quinta, con carácter extraordinario.
Que supamos, en el reinado de Carlos III, aparece siempre el Hospital
sin perder sus características modalidades, funcionando corno
Hospital Militar, contaudo en su plantilla con un facultativo militar, y
no pocas veces con Cirujano especializado. Y el Rey, en mäs de una
ocasión da las gracias a la Abadesa por la desinteresada asistencia a los
soldados heridos y enfermos. Conjeturarnos que, este carácter militar,
vigol izado en este reinado de nuestro Hospital, es respeto y aplicación
del beneficio que siempre tnvieron de cama muelle y aparte, así como
de mejora alimenticia, los sacerdotes y soldados peregrinos, así en el
mismo Hospital, comoen la Casa de Romeros. Lo mismo y de cualquier
condición, los soldados nobles.
En 9 de abril de 1767, escribe el Rey a la Abadesa, para que prevenga
al Cabildo de Capellanes, que obren con sumo cuidado y diligencia
con cotejo de libros y documentos, así como para expedir certificaciones,
vigilando la celebración de matrimonios y despacho de dispensas,
todo ello a fin de poner coto á los casamientos en secreto que,
abundan en toda la Nación, de viudas y huérfanas de oficiales militares,
que tienen pensión del Montepío, con miras a continuar cobrando, a
pesar de cambiar de estado.
La Abadesa en cuestión era doria Rosa Rosalía de Chabes.
En 1770 se da un golpe de muerte a las exenciones del servicio
militar. De la Secretaría Real parte una carta a la Abadesa, fechada en
San Loienzo el Real (Escorial) el 18 de noviembre, previniéndola que
respete y cumpla la ordenanza para el reemplazo anual del Ejército,
poniendo lin negativo a exenciones e indebidas protecciones para eludir
ser soldados, a ministros, criados y vasallos al servicio de Comunidades
regulares.
Pero, de poc Ds años después, 23 de mayo de 1778, hemos visto
una Real Cédula de Carlos III, dirigida a la Abadesa, Intendente Gene—
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ral de la Real Hacienda, Ministro de Rentas, Intendente del Ejército de
Castilla e Intendente de la provincia de Burgos, para que los que vivan •
dentro de los Compases, se vean libres de utensilios, y de éstos y ración
de soldado. Utensilios eran cacharros, vasijas, platos y tazas para confeccionar
y tomar la comida los soldados, así como de cama y coberturas
para dormir.
Utensilios y ración de soldado, equivale a lo que después se llamó
servicio ciudadano y doméstico de soldados alojados.
Para esto ultimo, rectificó el empadronamiento oficial el Alcalde
Mayor del Hospital acusando estos términos, 13 Freyres, 21 Capellanes,
1 Capellán Sacristán Mayor y 2 Padres Ministros Confesores, Alcalde
Mayor y Alguacil Mayor.
Dentro ya del siglo XIX y pot- la inicial prensa nacional, nos
hemos enterado de ventajas concedidas para viajar, por órdenes gubernamentales,
al personal de oficio y residentes en ambos compases de
Huelgas y Hospital, considerándoseles como soldados al Real Servicio,
en orden a vehículos y precios de transporte.
En 1850, en el «Diario Oficial de Avisos de Madrid», se ve un
anuncio oficial en el que se ordenan análogas ventajas para los vasallos
de la Abadesa de Huelgas, cerca de Burgos, que viajen en «La Bilbaina»,
Compañía de Transportes acelerados (martes y viernes), entre Vitoria-
Burgos-Orduña y Bilbao.
Viajando con estos beneficios sitnili-militares, estaba en Madrid a
fines de julio de 1850, el Contador del Hospital del Rey. Entre otros
encargos de la Abadesa, Vicaría y propios, figuraba la adquisición de
una partida de garbanzos a 70 reales arroba, tul negro a 15 reales vara;
raso y terciopelo (ambas a 24 reales vara); y se le ocurre asistir el día 29
a una media corrida de toros que se daba a beneficio del Hospital de
Incurables de la Corte, con dádiva a este de los toros muertos; se debatía
un premio de 3.000 reales al toro mejor de la tarde. Y el Contador
de este Hospital, amigo y colega del Contador burgalés, ofreció a
éste la mitad del toro premiado troceadito y en salmuera, para los pobres
y enfermos convalecientes del H,)spital del Rey. A poco y con la consiguiente
algazara, se recibió el presente.
En el número de la «Correspondencia» del lunes I.° de agosto
de 1859, aparece un anuncio (de los de medio real la línea), de la Compañía
de Vapores Correos de Antonio López, en los que extiende los
beneficios militares en las travesías y pasajes marítimos a los vasallos
de la Abadesa, sean o no sean seglares; los que ha visto !a Reina con
singular agrado.
Siendo Abadesa doña María Antonia González de Agüera, el 27 de
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mayo de 1860, se verificó una patriótica e inolvidable ceremonia en lag
Huelgas, en cumplimiento de Real Orden de Isabel II, y con motivo
del regreso a Burgos de buena parte de las tropas victoriosas de la
guerra de Africa. Formando parte de ellas vino aquel mozalbete burgalés,
Dionisio Monedero, que siendo casi un niño, marchó voluntario a
la guerra de Africa. Este antiguo soldadito fué muchos arios Interventor
del Hospital del Rey, figura vitanda, como la del médico Carabantes,
en el Hospital y siglo XIX. Aquél fué autor de un patriótico y hermoso
libro-crónica de la guerra de Africa.
Para aquello, y con la debida anuencia abacial (que por adelantado
se la consultó acerca del número y composición de fuerzas), hubo formación
de tropas, dentro de Compases y en el antiguo recinto exterior,
constituída por el Batallón Cazadores de Antequera, Regimiento Infantería
de Almansa y de Caballería de Lusitania, mandando las fuerzas
un General.
En la Orden Real se prevenía, que al Gobernador Civil de Burgos,
entregase la Abadesa el estandarte y las cuatro banderas (sic) de la
batalla de las Navas, para presidir y desfilar en cabeza, en Burgos, con
los contingentes victoriosos de la contienda africana ganada por España,
rindiéndoles honores militares la guarnición burgalesa al recibir y
devolver estas enseñas.
La solemne entrega se realizó en el «balconcillo», existente hoy,
siendo el descansillo donde se halla la puerta de acceso si locutorio—
oficina actual (de mucho movimiento desde que la Abadesa ha sido reintegrada
a la Administración por el Patr.:.nato). Sale la Abadesa con
báculo seguida de la Comunidad a tal sitio, después de cumpliméntar
a tal Dignidad, el Gobernador y el General que pidió su venia para los
actos militares siguientes, en los Compases.
Celebrados los actos y fiestas del Ejército, Estandarte y Bandera se
devolvieron con los mismos honores y formalidades el 3 de junio siguiente:
Por cierto que, en este día, °cut-1 ió un curioso y pequeño incidente.
Al pasar las Banderas per la porticada de la Torre, cara al Monasterio,
resaltó una voz inesperada diciendo: «No son de las Navas», lo que
produjo sorpresa y revuelo. El Capellán Villoslada, del Hospital del Rey,
era el autor de aquella extemporánea voz. ¡Estando en lo cierto! Ya
que tales Banderas datan de la Abadía de Doña Ana de Austria y pro.
ceden de la Batalla de Lepanto y no de las Navas.
Noticiosa la Abadesa, le amonestó en el Contador bajo, y le impuso
sanción metálica para fin piadoso, y que lo anotase el Presidente de
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su Cabildo. Ésto no se realizó por indicación regia, noticiosa que fué
la Reina de este pequeño alboroto.
Durante muchos arios, la Autoridad militar, a su llegada a Burgos
y al cesar, hacía su presentación oficial a la Abadesa; esto duró hasta
mediar el siglo XIX. Ahora, estas remembranzas de antaño, han quedado
reducidas a la recepción de Autoridades Militares y Comisiones por la
Abadesa y Comunidad, en el Contador Alto de gala, con la Presidencia
del Excelentísimo Señor Capitán General de la Sexta Región el día memorable
del Curpillos, antes de la Misa solemne y procesión.
El hábito cisterciense en este Monasterio holguense constituía un
verdadero y perenne cilicio en la cabeza y hasta en la cintura, por pecho
y espalda, cilicio que, en el trato y conversación de rejas y recreos monasteriales,
suponiendo distracción, hacía olvidar las penas y molestias
de aquél. El alto capirote o moño blanco y negro rígido, de fuerte
armado sobre la cabeza, terminado en punta, oprimida sobre la frente
(en cráneos hallados en sepultura holguenses, se aprecia la señal en la
frente producida por el pico del capirote), con las duras y laterales
cocas rizadas y engomadas; las armaduras de fuerte cartón, a guisa de
peto, y espaldar; las largas colas del hábito, de fuertes tejidos para todo
tiempo; eran tormento perpetuo de aquellas religiosas y a modo de armadura
militar.
Durante años, por no decir siglos, las Abadesas por tradición, y
obediencia a Reales Indicaciones, ostentaban su Escudo o Blasón en lugares
visibles de las fundaciones matrices, y sus filiaciones, y sobre la
puerta de las cámaras. En la porticada de acceso monasterial, se conservan
expuestos algunos de estos Blasones, habiéndose retirado otros
ilegibles. Hubo Abadesa (muy raras las que así procedieron) que llevaron
su Blasón ya coronado o enyelmado, a sello para autorizar la documentación
con su firma y el monograma Abba (Abadesa).
Estos Escudos no siguen regla formal heraldica. Ya tienen la figura
siluetada geométrica, usada por los antepasados del respectivo linaje, o
bien la forma en •francés antiguo», romboidal o en la forma llamada
'de Damas», o sea «oval partido». Respetan las figuras y símbolos
propios o colocan otras figuras artificiales (Castillos, Santas, Campanas,
ollas, árboles, etc., etc.). Por lo general, siguen la signatura nuestra, es
decir, dos metales (oro y plata) y los cinco colores reglamentarios en la
Heráldica Española.
JOSÉ SARMIENTO LASLIÉN.


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